Termina agosto con un 46% menos de superficie forestal quemada que la media de los últimos 10 años gracias a la meteorología
A pesar de que 2024 está siendo el segundo año con menos fuegos desde hace una década, expertos inciden en que cada vez es mayor el riesgo de que uno de esos siniestros se convierta en un superincendio
Terminado el siempre complejo mes de agosto, de momento, en este 2024 está ardiendo en España mucha menos superficie forestal que en años pasados, fundamentalmente, debido a las condiciones más favorables de calor y lluvia. Según el reporte de incendios de esta semana del Ministerio para la Transición Ecológica —con los datos aportados por las comunidades autónomas—, desde el 1 de enero hasta el 25 de agosto se han quemado 42.314 hectáreas, un 46% menos que la media de los últimos 10 años. La primera explicación está clara: se ha calcinado menos terreno simplemente porque han sido menos los fuegos que empezaron a arder. En los primeros ocho meses del año, se han registrado 4.742 siniestros, entre conatos (de menos de una hectárea) e incendios, cuando la media de la década es de 7.359 y en 2022 por estas fechas llevábamos más de 8.300. Sin embargo, no todo es tan positivo. Aunque solo hay otro año en la última década con un número tan bajo de fuegos, en 2018, que por estas fechas llevaba 4.705 siniestros, prácticamente con la misma cifra este 2024 se están quemando más del doble de hectáreas.
Hasta ahora, el incendio más grave este año ha sido el de Andújar (Jaén) declarado el pasado 18 de agosto, que arrasó unas 3.600 hectáreas, un fuego importante que obligó a desalojar a cientos de personas, pero nada que ver con los fuegos monstruosos de otras campañas de más de 10.000 hectáreas o incluso 20.000. “Por el momento estamos ante un año con baja incidencia”, señala Elena Hernández, jefa de servicio en el área de Defensa contra Incendios Forestales del Ministerio para la Transición Ecológica, que prefiere no hablar de años buenos o malos cuando se trata de hectáreas ardidas. Como recalca, “en España la estadística con el histórico de incendios forestales muestra una gráfica que llamamos en dientes de sierra, con unos años con mayor afección y otros con menor, no hay una tendencia lineal, esta es la realidad también en el resto de países del Mediterráneo y en muchas otras partes del mundo”.
Aunque hayan pasado ya julio y agosto, los peores meses para el fuego de forma histórica, los siguientes más peligrosos en las estadísticas son septiembre y marzo. Así pues, todavía queda mucha campaña hasta octubre para saber cómo acabará este año. No obstante, la jefa de servicio en el área de Defensa contra Incendios Forestales considera que la menor incidencia de estos primeros ocho meses de 2024 está relacionada, sobre todo, con la meteorología y la mayor concienciación de la sociedad.
“Por un lado, es obvio que si no hay igniciones, si no hay un inicio de un fuego, no hay incendio. Y dado que la estadística oficial nos muestra que el 80% de los incendios están relacionados con la actividad humana, con un 50% intencionados y un 30% que son negligencias y accidentes, entonces podemos decir que la sociedad está más concienciada este año”, comenta Elena Hernández, que explica que después de campañas muy duras que generan alarma, como 2022, suelen venir otras en las que se suelen tomar más precauciones.
Al margen de esto, todos los expertos consultados señalan la meteorología como factor principal de la bajada de los incendios. Antes de junio, en la mitad oeste y norte peninsular, había bastante acumulación de lluvias, pues había caído bastante agua durante el año. Quedaban zonas del este peninsular que sí pasaban por problemas de sequía, pero entonces llegó junio, que fue un mes frío y muy húmedo, que favoreció todavía más que la vegetación se recuperara y no estuviera tan seca como en veranos anteriores. “Aunque no puede decirse que sea el único factor, las lluvias de junio han tenido mucho que ver”, recalca la representante del ministerio.
El ingeniero forestal Ferran Dalmau, director de la consultora ambiental Medi XXI GSA y experto en extinción de incendios, incide en que no solo es importante que haya llovido mucho, lo que en un momento dado puede aumentar el combustible vegetal —algo que tampoco resulta positivo—, sino sobre todo cómo se ha ido distribuyendo la lluvia en el año. “Unas buenas condiciones metrológicas hacen que sea más difícil que los incendios se produzcan y cuando se producen que la vegetación arda menos, por tener más agua”, destaca.
Puede haber otros factores que hayan influido, pero Dalmau tiene claro que entre ellos no está el aumento de las inversiones en prevención. “Seguimos sin tener un presupuesto de prevención de incendios adecuado, porque sigue sin ser una prioridad, solo nos acordamos de los fuegos en verano, no hay una política real de incendios forestales”, subraya el ingeniero forestal. “Hablo de que necesitamos invertir del orden de 1.000 millones de euros al año en prevención de incendios, y no estamos invirtiendo ni 400″, sostiene.
Desde hace años, se insiste en la necesidad de actuar en las masas forestales para apagar los incendios antes de que se produzcan. “No podemos controlar si llueve más o llueve menos, no somos capaces de controlar la orografía del sitio en el que se produce el incendio, el único factor que sí que podemos controlar es el de combustible [la vegetación] y esto en occidente cada vez va a más”, defiende Dalmau, que asegura que la propia mejorar en la efectividad de los servicios de extinción de incendios provoca que haya más masas forestales, lo que a su vez puede generar fuegos más grandes. “Sabemos que cualquier ecosistema que tenga más de 10-15 toneladas de materia seca por hectárea va a producir incendios que no podremos apagar”, afirma.
Aunque los datos de este 2024 sean significativamente mejores que los de años pasados, estas mismas estadísticas muestran que no todo es tan positivo. A pesar de bajar la superficie quemada (un 46%) y la cantidad de siniestros (un 35%), no se ha producido ninguna disminución del número de grandes incendios con respecto a la media de los últimos 10 años (contabilizándose 16). Como incide Lourdes Hernández, especialista en incendios forestales de la organización ecologista WWF, “se confirma la tendencia de que cada vez los incendios tienen un carácter más agresivo, que cada vez hay un mayor riesgo de que un fuego se convierta en un gran incendio, que es el problema de fondo que venimos denunciando desde hace muchos años”.
Es verdad que los 16 grandes incendios (denominación utilizada para fuegos de más de 500 hectáreas) de 2024 parecen poca cosa al lado de los monstruos de años pasados, pues solo seis superan las 1.000 hectáreas y ninguno ha alcanzado las 4.000 hectáreas. De hecho, en el ministerio se han llegado a plantear si tiene sentido seguir llamando grandes incendios a fuegos de 500 hectáreas cuando ahora se están registrando algunos de más de 15.000. No obstante, la cifra de 16 sí resulta alta para el bajo número de siniestros contabilizados. En 2018, con una cifra muy parecida de fuegos, solo hubo tres que llegaron a la categoría de grandes incendios.
“A corto plazo, los incendios tienen mucho que ver con la meteorología, pero nosotros siempre repetimos que al final no importa tanto cómo es una campaña o cómo es otra, sino si estamos preparados para que te venga una campaña mala”, destaca la ecologista. “Lo ocurrido en el fatídico 2022, en el que se quemaron más de 300.000 hectáreas, puso de manifiesto que ni la sociedad, ni el monte, ni las administraciones públicas estamos preparados para tener años tan negros”, destaca Lourdes Hernández. “Al final, lo que todos los analistas de la emergencia climática vienen a decir es que estos son justamente los escenarios a los que debemos hacer frente en el medio y largo plazo”, recalca.
Si se compara con los 90 o la primera década de los 2000, con más de 18.000 incendios al año de media, en los últimos años se producen muchos menos incendios. No obstante, Dalmau está de acuerdo en que estos fuegos están siendo cada vez peores. “A escala occidental, el abandono del sector primario es el gran caballo de batalla. Las sociedades modernas han abandonado las actividades del sector primario, básicamente ganadería extensiva, agricultura y selvicultura. Son las tres actividades que controlaban la cantidad de biomasa o energía que había en los ecosistemas”, comenta el ingeniero, que lanza una pregunta: “¿Hasta cuándo podemos aguantar teniendo más superficie forestal en una atmósfera más caliente con más días de riesgo extremo?”.
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