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Pedro del Hierro, la historia olvidada de la moda española

El diseñador español marcó el final de una época y el comienzo de otra. No existe un archivo que reúna su trabajo, pero ahora una exposición en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid reconstruye su vida y legado

Pedro del Hierro junto a una modelo, retratados por EL PAÍS en marzo de 1998.
Pedro del Hierro junto a una modelo, retratados por EL PAÍS en marzo de 1998.Santos Cirilo
Carlos Primo

Una de las paradojas de la moda es que, cuando una compañía logra superar con éxito el paso del tiempo, siempre llega un momento en que debe luchar para que su historia no se pierda en el olvido. Algo así sucede con Pedro del Hierro. La marca más formal de la empresa española Tendam, antiguo Grupo Cortefiel, cumple 50 años y vuelve la vista atrás para reencontrar la historia de un nombre que, antes de ser un logo bordado en el pecho de un polo, fue una persona y casi un mito en vida. El último modista y el primer diseñador moderno de España, Pedro del Hierro (Madrid, 1948-2015), fue un creador improbable en una época difícil, un empresario con mentalidad de creativo y un artista que nunca despegó los pies del suelo.

Desde el 10 de septiembre, las paredes del Museo Lázaro Galdiano de Madrid lucen parte de este tiempo recobrado. La exposición Pedro del Hierro, del maestro a la marca, organizada por la marca y La Fábrica, reúne bocetos, dibujos, materiales, objetos y fotografías que rara vez han visto la luz. Para reencontrar la memoria del diseñador, la comisaria Laura Cerrato (que ya se ocupó del legado de Sybilla en la exposición El hilo invisible) ha acudido a unos archivos que ni siquiera estaban estructurados como tales. Parte del mérito corresponde a Diego Santos Vivero, pareja y colaborador del diseñador durante las dos últimas décadas de su vida. “Pedro veía moda en todo”, explica hoy. “Cada vez que veíamos una película de época juntos, teníamos que verla dos veces. La primera vez, él se la pasaba comentando el vestuario, analizando lo que estaba bien y mal. Así que después teníamos que volver a verla para saber de qué iba”.

Es uno de los primeros rasgos que sobresalen de la trayectoria del madrileño: una mezcla de curiosidad, erudición y sensibilidad que remite a su propia trayectoria vital. A aquel niño que, como cuenta Santos, “pintaba muy bien desde pequeñito”. Pero ni siquiera vivió aquel talento con plenitud: su padre era catedrático de Bellas Artes y elogiaba sus dibujos, “pero él se enfadaba mucho, porque no quería satisfacer a su padre”, recuerda Santos. “En el colegio le ponían muy buenas notas en Plástica. Y su madre solía decir: ‘¡Qué niño más raro, pinta ya como si fuera mayor!”.

Aquel niño que pintaba como un adulto se convirtió, con los años, en un veinteañero en un mundo de veteranos. En 1976, dos años después de abrir su taller, le admitieron en la Cámara de la Moda española, el organismo que regulaba el sector. Hacía tiempo que Balenciaga había echado el cierre, Pedro Rodríguez enfilaba sus últimas colecciones y Elio Berhanyer y Manuel Pertegaz exploraban otras fuentes de ingresos ante la crisis de la costura a medida tradicional. Del Hierro, de apenas 28 años y educado en la mística de los talleres, había llegado tarde a la época dorada del tafetán, pero no a la de la ropa de confección de calidad. En ello centró sus esfuerzos. “Me interesaba contar esa búsqueda de alianzas con la industria, y su voluntad de expandir su marca más allá de su persona, para que le trascendiera”, explica Cerrato. “Pedro es como una bisagra. Llega el último a la costura, cuando ya todos los demás son mayorcísimos y la alta costura no va a ningún lado. Después de él vienen los diseñadores de la Movida, que pertenecen a un mundo distinto. Él está en medio. Recoge varios elementos del buen hacer, como la obsesión por los acabados de las prendas, pero con la visión de que el negocio debe avanzar en otra dirección. Y lo curioso es que, estando en esa posición intermedia, fue el que consiguió mantenerla”.

Que él fuese capaz de mantenerla no quiere decir que aquello fuera sencillo. Los vaivenes empresariales de los años ochenta reflejan el ensayo y error de la moda de autor en España. Su primera alianza la firmó con El Corte Inglés: en 1981, fue el primer diseñador español en contar con un espacio propio en estos grandes almacenes. En 1986 probó suerte con otras fábricas, primero en Galicia y después en el Levante. En aquellos años, la búsqueda de un socio industrial capaz de producir con calidad colecciones de diseño, como sucedía en Italia o Francia, fue un auténtico rompecabezas que se llevó por delante a muchos nombres consagrados. Pedro del Hierro tardó una década en dar con la tecla definitiva. En 1990 empezó a colaborar con Cortefiel, entonces propiedad de Gonzalo Hinojosa. Durante los primeros años, las colecciones de Pedro del Hierro se vendieron en las tiendas de Cortefiel, el buque insignia de la empresa. En 1999, la empresa compró la marca y abrió su primera tienda independiente. Fue en aquella época cuando comenzaron a agudizarse sus problemas de salud, de tipo cardiaco, que lo obligaron a reducir su actividad. La última colección que diseñó íntegramente fue la de primavera-verano 2003. Durante los años siguientes, el diseñador siguió asesorando a los equipos de diseño de la empresa, hasta que se retiró en 2009. En 2011, el Museo del Traje le rindió homenaje con una exposición. En 2015 falleció en su casa de Madrid.

Imagen de la colección primavera-verano 1993.
Imagen de la colección primavera-verano 1993.Miguel Oriola Studioriola (Archivo personal de Pedro del Hi)

Debido a sus azares empresariales, no existe un archivo que centralice el legado de Pedro del Hierro. La indagación en los archivos de Tendam y en la colección personal de Diego Santos ha permitido rescatar sus suntuosos dossiers de prensa, sus bocetos, sus figurines, los paneles donde disponía las siluetas en el mismo orden que el desfile o las muestras de tejido. “Le gustaba que los tejidos fueran innovadores, que nadie los hubiera usado, para ponerse un reto”, explica Santos. Este entusiasmo le llevaba a recorrer ferias de tejido o a viajar hasta una fábrica italiana para comprobar cómo se producía una tela determinada. Tampoco se conformaba con los patrones habituales. “Pedro me decía: ‘Mira, este vestido se hace así, y es lo correcto, lo que todo el mundo espera. Pero yo no quiero hacerlo de ese modo, porque ya lo he hecho y no me interesa. Quiero hacerlo de otra manera. Y si no puedo hacerlo de otra manera, no lo hago”.

Hojas de contacto de finales de los años setenta.
Hojas de contacto de finales de los años setenta.Archivo personal de Pedro del Hi

En la moda, Pedro del Hierro presumía de su talante práctico, con los pies en el suelo. Aquel hombre que vivía entre piezas históricas, muebles posmodernos y sus propias pinturas de desnudos, el dandi cultísimo que diseñaba escuchando ópera fue curiosamente inmune a la moda espectáculo. El relato de sus colecciones estaba en las prendas y los colores, tan peculiares que inventaba nuevos nombres para ellos. Santos recuerda un vestido de lentejuelas tan complejo de producir que el diseñador se dio por vencido. “Cuando dijo que no daba tiempo a hacerlo para el desfile, las patronistas empezaron a insistirle y decidieron viajar en el camión para acabarlo. Vinieron en el camión de Málaga y cuando llegaron a Madrid tenían un vestido impecable. Recuerdo decirle a Pedro: ‘Estas mujeres te idolatran, pero son heroínas”.

Es ahí, en la pura técnica, en la plasticidad de las prendas, donde hay que buscar unos rasgos de estilo que se resisten a la categorización. Es difícil hablar de un estilo de Pedro del Hierro, porque hizo prácticamente de todo. Pero sí se puede hablar de las cosas que le apasionaban. Cerrato enumera varias: la asimetría, las superposiciones de tejidos con texturas diferentes, las transparencias, los colores. Por encima de todo ello, una vestibilidad extrema. Ni nostálgico ni ensimismado, Pedro del Hierro quiso vestir a todo el mundo sin uniformes. “Pedro era muy culto, pero no vivía encerrado. Pasó Mayo del 68 en París. Creo que tenía muy presente el cambio de la sociedad”, afirma la comisaria. Las elegancias del pasado no le interesaban. Diego Santos recuerda que, en una ocasión, se encontraron en un hotel con la actriz Andie MacDowell. “Iba vestida con vaqueros y una camiseta blanca, y a mí me sorprendió mucho. ‘¡Es una estrella!’, le dije, y Pedro me respondió: ‘Ahora las estrellas visten así”.

En una época dominada por personalidades bombásticas, Del Hierro probablemente alcanzó un estatus propio gracias a una capacidad de adaptarse a las modas y a un envidiable ojo comercial. “Su visión de moda consistía en que la gente estuviera bien vestida, fuera del nivel social que fuera”, explica Santos. Cerrato coincide. “Desde el principio está en su cabeza lo que hoy llamamos democratización de la moda, es decir, poder llegar a un mayor número de personas y que cada uno elija cómo vestir, porque también era consciente de que ya había dejado de haber un único estilo”.

Esta versatilidad sigue presente en el devenir actual de la marca, donde Nacho Aguayo y Álex Miralles ostentan, respectivamente, la dirección creativa de las colecciones femeninas y masculinas de Pedro del Hierro. El 12 de septiembre, un gran desfile celebrará el 50º aniversario de la marca. Pero, en esta ocasión, esta fecha va acompañada por un gesto de justicia poética: dar al fundador de la marca el sitio que merece en la historia de la moda española.

Todas las fotografías de este reportaje, a excepción del retrato de la primera página, provienen del archivo personal de Pedro del Hierro por cortesía de Diego Santos Vivero.


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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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