Óscar López, un pata negra del PSOE para dar más perfil político al Gobierno
Sánchez premia a su jefe de Gabinete y amigo después de su distanciamiento en el cisma de 2017
Fueron íntimos amigos, casi con vidas paralelas, desde que se conocieron en los inicios de su carrera política como asesores en Bruselas. Después dejaron de hablarse durante años, tras el drama de la destitución de Pedro Sánchez en 2016 y las primarias de 2017, en las que estuvieron enfrentados, y en 2021, como si no hubiera pasado nada, de nuevo el presidente llamó a Óscar López a su lado y volvieron a colaborar como siempre. Y ahora, según coinciden diversas fuentes del Gobierno, Sánchez premia el esfuerzo de López en estos tres años en los que se ha dejado la piel en uno de los puestos más difíciles de La Moncloa, la jefatura de Gabinete, ofreciéndole el regalo que todo político de ese nivel espera lograr algún día: ser ministro.
Con ello, además, Sánchez sube el perfil político del Gobierno. López es un veterano, curtido en enfrentamientos con el PP, y es probable que ahora que es ministro ocupe mucho más espacio en la prensa para enviar mensajes y salir al combate político con la oposición, como persona de confianza de Sánchez. Distintas fuentes consultadas creen que, aunque deje el día a día de La Moncloa y no sea jefe de Gabinete, López seguirá en el núcleo duro del sanchismo y se puede convertir en otro portavoz oficioso que dé la batalla política, como hace Óscar Puente sin tener ese cargo.
López es un pata negra del PSOE, que ha pasado por casi todos los puestos posibles, desde líder regional en Castilla y León a secretario de Organización, pasando por asesor, jefe de campañas, portavoz parlamentario, negociador con el PP de infinidad de temas y finalmente director de Gabinete en el momento más difícil, tras una debacle en las elecciones madrileñas de 2021 que puso en alerta a todo el partido y que marcó la caída en desgracia de Iván Redondo. Con López, Sánchez ha vivido las noches difíciles de la pérdida de poder en las autonómicas y municipales pero también los éxitos en las generales de 2023, que le permitieron seguir en La Moncloa, y en las catalanas de este año, que han acabado con Salvador Illa en la Generalitat. López siempre estaba ahí, en la sombra pero dirigiendo campañas, mensajes, discursos y estrategias.
López es un protagonista importante de la historia reciente del PSOE, siempre a la sombra de algún dirigente pero con mucha influencia entre bambalinas. Primero fue la mano derecha de Pepe Blanco, número dos del partido con José Luis Rodríguez Zapatero. En ese pequeño grupo de fieles de Blanco estaba Antonio Hernando, ahora mano derecha de López en La Moncloa, y el propio Sánchez, que cerraba un cuarteto inseparable en el que mandaba Blanco y el número dos era López.
López siempre fue un obediente cuadro del partido que iba donde le mandaran, incluida una aventura de liderazgo de la oposición en Castilla y León, donde nunca logró vencer al todopoderoso PP local. Después fue un colaborador clave de Alfredo Pérez Rubalcaba, que tenía a López y Hernando como sus escuderos para todo tipo de operaciones. Y más tarde, los tres amigos ―Sánchez, López, Hernando― se juntaron de nuevo cuando el ahora presidente dio un salto que entonces parecía imposible y ganó las primarias a Eduardo Madina y se convirtió en secretario general. Hernando fue portavoz en el Congreso y López en el Senado, pero ambos eran los dos personajes clave del entorno del líder.
Sin embargo, el dramático proceso de destitución de Sánchez el 1 de octubre de 2016, en un Comité Federal donde hubo de todo, acabó por separar definitivamente a los tres amigos. Hernando siguió como portavoz parlamentario pero ahora a las órdenes de la gestora comandada por quienes habían destituido a Sánchez, y allí defendió la abstención ante la investidura de Rajoy que Sánchez siempre rechazó y que está en el origen del golpe palaciego que acabó con su mandato. López tuvo menos protagonismo en esos días y fue destituido como portavoz en el Senado pero cuando llegaron las primarias de 2017, a las que Sánchez decidió presentarse sin apoyos en la cúpula, promovió la candidatura de Patxi López y no apoyó a su amigo Sánchez, que ganó y no perdonó a ninguno de los que se le habían opuesto.
López cayó entonces en desgracia, y Hernando aún más. Cuando llegó al Gobierno en 2018, Sánchez hizo un núcleo duro con los que le habían apoyado en las primarias ―José Luis Ábalos, Carmen Calvo, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Félix Bolaños― e Iván Redondo, y a López le dio el premio de consolación de la dirección de Paradores, sin perfil político, sin tocar poder real. Pero en 2021, cuando Sánchez estaba muy preocupado tras la debacle en Madrid y decidió cambiar el Gobierno casi entero para intentar reconducir la situación, echó a Redondo y puso a López en su lugar. Ahí volvió la relación entre los viejos amigos como si nada hubiera pasado, y López entró en el núcleo duro en todas las decisiones importantes.
Siempre discreto, nunca se quejó cuando cayó en desgracia y nunca sacó pecho cuando volvió al poder: ni dio entrevistas ni buscó perfil público, porque creía que un jefe de Gabinete debe estar en la sombra, al contrario de lo que había hecho Redondo, con gran exposición.
López tiene así, con un ministerio nuevo del que aún se sabe poco, el premio a una carrera política de entrega al PSOE con los distintos líderes desde el año 2000, cuando Zapatero ganó el Congreso Federal. Ahora llega el momento de mostrar el perfil político que siempre ha tenido y que podría ser útil para un Gobierno que siempre anda necesitado de personas capaces de dar titulares, contestar a la oposición y funcionar también como un escudo del presidente. El veterano López, tan madrileño como Sánchez y de la misma generación (tiene 51 años) después de toda una vida en la sombra, en la oposición o en el partido, entra al fin al Consejo de Ministros con la clara intención de ser una cara muy visible del Gobierno.
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