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Oasis y el fin de la era pop

Aquella música tenía sus formas de celebración y un estilo de vida posible gracias al Estado del Bienestar. El Brit Pop fue el último gran movimiento de un mundo que desapareció

Mural de grafitero Snow Graffiti Scott con Liam y Noel Gallagher, pintado en la pared del pub Coach and Horses de Mánchester, Reino Unido.
Mural de grafitero Snow Graffiti Scott con Liam y Noel Gallagher, pintado en la pared del pub Coach and Horses de Mánchester, Reino Unido.ADAM VAUGHAN (EPA/EFE)

El odio entre hermanos es uno de nuestros relatos fundadores. Caín mató a Abel por envidia y Rómulo mató a Remo por no respetar la linde de la tierra. Deseo y propiedad privada. El capitalismo es un lenguaje de palabras antiguas. Hace 15 años, Oasis tenía que actuar en Milán. No lo hicieron. Tres días antes, en París, habían suspendido toda la gira por una discusión entre los dos líderes de la banda, los hermanos Gallagher. Una minucia se transformó en una pelea en la que Liam rompió la guitarra preferida de Noel. La intimidad familiar siempre se parece a los cuentos de Carver. No era la primera vez. Esta semana, Oasis ha anunciado su regreso. Una pequeña gira. Ampliable. Bum. En marzo de este año, Liam sacó un disco con el guitarrista de Stone Roses. Tuvo buena recepción, pero ni de lejos. El pasado es más importante que el presente.

El 29 de agosto de 2009 enlaza con otra fecha. El 25 de abril de 1926, el director Arturo Toscanini interrumpió el estreno de Turandot tras la escena del sacrificio de Liú. “Aquí termina la ópera porque aquí murió el maestro”. Puccini había muerto antes de completar la partitura. Con los años, “aquí termina la ópera” se convirtió en una sentencia porque Turandot fue la última de las óperas populares. Desde hacía décadas, los teatros habían reducido los estrenos y preferían los títulos ya consolidados cuyas arias más conocidas se interpretaban con regularidad en los hogares burgueses. Toda casa tenía un piano y alguien que sabía tocarlo.

El cierre del canon de la ópera formó parte del repliegue de la burguesía tras su triunfo en el período revolucionario de 1848. El empuje de los movimientos obreros hacía que la clase social hegemónica buscase nuevas estrategias para cerrar la puerta porque el mundo nuevo era un mundo de masas. Todo estaba lleno. En el plano político, pactos con las viejas formas de poder a las que se había enfrentado. En el cultural, además del cierre del canon, elementos de distinción que sirviesen como señales de reconocimiento: capital social y cultural para consolidar el económico. También desarrolló una nostalgia hacia un pasado inexistente, el perfecto mundo de ayer. Pero el repliegue no sirvió. Ni siquiera el duro, el de los años 30. El mundo de las masas reclamaba su espacio con unas nuevas formas artísticas populares transmitidas por un medio de comunicación distinto, la radio, que cambió la música en directo por otro formato, el disco.

La guitarra Gibson ES-355 de Noel Gallagher, que rompió su hermano Liam y fue restaurada en 2011.
La guitarra Gibson ES-355 de Noel Gallagher, que rompió su hermano Liam y fue restaurada en 2011. Bruno Levesque (Zuma Press / Contacto)

La burguesía acabó pactando y los movimientos obreros se transformaron en la clase media, que desarrolló sus valores y su criterio artístico en el cine, la literatura o la música. Las islas británicas pasaron a ocupar un lugar central. Si hacemos una lista de los grupos más importantes de la historia del pop, es probable que la mayoría sea de allí. Hay cuestiones clave como el idioma, el entorno urbano o la tradición de la enseñanza artística, pero el filósofo Mark Fisher tenía una respuesta: el Estado del Bienestar. Estar vivo es importante para crear. Haber comido y tener una casa, también. El hecho de que grandes grupos sociales puedan despreocuparse de lo que conocemos como supervivencia y puedan destinar ingresos a cosas como comprar una guitarra o ir a un concierto también ayuda al desarrollo de la cultura. El pop tenía sus formas de celebración y transmisión. Tenía un estilo de vida basado en el consumo que facilitaba el Estado del Bienestar y un horizonte marcado por el ascensor social. Incluso, inventó un período vital: la adolescencia, clave para la aceleración de la creatividad. Lo nuevo era siempre más importante.

La clase media se tambaleaba y apareció una nueva música (rap, trap, reguetón, etc.) con nuevos valores, nuevas formas de transmisión y celebración”

Ese mundo desapareció. Quizá, el Brit Pop fue el último gran movimiento de esa música nacida hace un siglo y Oasis su último grupo. El grupo se separó un año después de la quiebra de Lehman Brothers, que precedió al mayor colapso financiero de la historia. Rescates, cumbres, austeridad. El Estado del Bienestar llevaba décadas en cuestión y recibió un nuevo golpe. La clase media se tambaleaba y apareció una nueva música (rap, trap, reguetón, etcétera) con nuevos valores, nuevas formas de transmisión y celebración. Es rítmica, sencilla y se escucha en bucle porque esa es la forma que ha adoptado el tiempo tras el progreso burgués y la aceleración de la clase media. Es la música de la nueva estructura social basada en la desigualdad. La frivolidad de la era pop comienza a desaparecer. El mundo líquido se está coagulando.

Como hizo la burguesía, la clase media enfocó su mirada hacia el pasado. De la esperanza de la movilidad social al repliegue de la propiedad inmobiliaria. El resultado de una crisis nacida en el sector inmobiliario fue más ladrillo: dos tercios de la riqueza mundial están ahí. El pasado es más rentable que el futuro. La herencia sustituye a la ética del trabajo. Haber hecho es más importante que hacer. Los fondos de inversión compran los repertorios de los grandes nombres de la música pop que van de festival en festival tocando las mismas canciones. Queremos restaurar algo que se perdió y lo hacemos con un rito clásico: convocando los sonidos que acompañaron ese momento. Es imposible. Hace dos años, una galería francesa sacó a subasta la Gibson ES-355 roja de Noel Gallagher que su hermano Liam rompió esa tarde de agosto en París. Se vendió por 300.000 euros. No es el epitafio más hermoso, pero es el nuestro.

Jorge Dioni es periodista y escritor, autor de ‘La España de las piscinas’ y ‘El malestar de las ciudades’ (ambos en Arpa).

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