Mal ejemplo en Bruselas
Los Estados que desdeñan la petición de que haya una Comisión paritaria envían un mensaje de retroceso a las mujeres de la UE
Los Estados miembros de la UE han perdido una oportunidad única para demostrar su compromiso con la igualdad de género y la defensa de los derechos de las mujeres, es decir, algo más de la mitad (51%) de los más de 450 millones de personas que comparten el espacio europeo. Para la configuración de la nueva Comisión Europea, la presidenta Ursula von der Leyen había pedido a los países que le enviaran cada uno dos nombres, un hombre y una mujer, para poder elegir una composición paritaria. La mayoría de las capitales lo han desdeñado. Se trata de una actitud cínica y poco comprometida en un momento en que, muchas capitales, pero también fuera de las fronteras europeas, cuestionan abiertamente los avances en igualdad y se intenta dar marcha atrás en derechos que tanto costó alcanzar, como la salud reproductiva.
El nuevo Colegio de Comisarios, el equipo encargado de diseñar las políticas europeas del próximo quinquenio, estará formado, probablemente, por al menos 18 hombres —los nominados ya oficializados, a los que aún puede sumarse algún nombre más— y entre siete y nueve mujeres. Incluso si aún varían algo estas cifras, quedará lejos del 40% de representación femenina que equilibra la balanza de género que sí se había logrado cinco años atrás, durante el primer mandato de Von der Leyen. España ha nominado a la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera.
El retroceso también se ha dado en la otra institución clave de la UE, el Parlamento Europeo, donde por primera vez desde que en 1979 se celebraron elecciones europeas la cifra de mujeres desciende en relación con el hemiciclo anterior. Su presencia, además, es mucho menor en los comités de mayor peso, como los económicos, presupuestarios o de asuntos internacionales. No hay contrapesos, ya que el tercer órgano del juego de poder de Bruselas, el Consejo de la UE, compuesto por los jefes de Gobierno, también está lejos de ser paritario. Solo hay tres mujeres: la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni (cuyo compromiso con las políticas de igualdad resulta discutible), la danesa Mette Frederiksen y la letona Evika Siliņa.
La presencia de mujeres en los puestos de dirección y de responsabilidad política no supone un capricho. Los equipos con diversidad hacen mejores políticas. En los últimos cinco años, bajo el mandato de Von der Leyen, la primera mujer en presidir la Comisión, la UE ha hecho avances significativos en materia de derechos de la mujer, desde la ratificación del Convenio de Estambul contra la violencia sobre las mujeres a directivas que impulsan el equilibrio de género en diversos ámbitos, como el empresarial, o la primera gran ley europea contra la violencia machista. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Von der Leyen todavía tiene algo de tiempo para intentar equilibrar su equipo. Algunos países, como Malta o Rumania, podrían replantearse cambiar su candidato masculino por una mujer, según medios locales. También tiene margen de maniobra para equilibrar la balanza, otorgando a las pocas mujeres de su equipo carteras de peso. Además, el Parlamento Europeo todavía debe ratificar a los nominados. Con todo, el daño ya está hecho. Aunque los puestos con más visibilidad (presidencia de la Comisión, del Parlamento y Alto Representante) los ocuparán mujeres, Bruselas ha dado un paso atrás en materia de igualdad y Europa, que se precia de estar a la vanguardia mundial de la defensa de los derechos humanos, ha lanzado a sus ciudadanos el mensaje de que dar voz a las mujeres en los puestos de poder no es prioritario.
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