Los costos ocultos de las remesas a Guatemala
Ante los duros testimonios de migrantes centroamericanos que emprenden un peligroso viaje a Estados Unidos, un grupo de guatemaltecos ha decidido buscar o generar oportunidades en su lugar de origen
En la zona montañosa de Guatemala, Marcos se encarga de su granja de aguacates y el sol arroja largas sombras sobre el terreno escarpado. Su viaje hasta este entorno tan pacífico ha sido cualquier cosa menos tranquilo. “Tuve que volver a mi país porque no tenía ningún otro lugar a donde ir”, recuerda. Algo parecido a lo que le pasó cuando se marchó: “Aquí no contaba con ninguna forma de generar un ingreso”, reflexiona acerca de su decisión de irse de Guatemala en 1999 rumbo a los Estados Unidos, impulsado por la necesidad de tener un empleo a largo plazo.
El camino estuvo lleno de peligros. “Los coyotes solamente querían dinero. A las personas que no podían seguir el ritmo, las dejaban abandonadas en el desierto. Yo me preguntaba constantemente: ‘¿Será que esta vez lo voy a lograr, o no?’”. Lo logró, pero el peligroso viaje fue tan solo el inicio de sus desgracias. En Estados Unidos, Marcos encontró trabajo en un criadero de pollos. “Era un lugar extremadamente caluroso”, recuerda. Las duras condiciones laborales derivaron en serios problemas de salud. “Me dañé los pulmones, caí enfermo y tuve que volver”.
De regreso a Guatemala Marcos volvió a cultivar aguacates, buscando así un futuro sostenible para su familia. Habla de su nueva vida con un sentido de realización que no experimentó cuando vivió en el extranjero. “Aquí, si yo quiero trabajar tres horas y descansar, nadie anda atrás de mí, apurándome. Allá, por el contrario, es como si no nos permitieran parar nunca”.
Las remesas
A comienzos de este año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) registró más de 23.000 movimientos en todo el país, los cuales han estado aumentando de manera estable desde 2022. Por décadas el dinero que se envía al lugar de origen desde el exterior ha servido no solamente como cuerda salvavidas para las familias, sino que también ha sido vital para la economía guatemalteca. Desde 2002, las remesas han crecido de representar un 5% del PBI hasta el 19% en 2023.
A lo largo y a lo ancho del país hay varias viviendas de gran tamaño y bien construidas que se destacan en el vecindario. Se las conoce localmente como “casas de remesas” y son en gran medida financiadas por las contribuciones de los parientes que han viajado de manera irregular al norte para trabajar.
Por un lado, estas construcciones lujosas funcionan como un símbolo de mayor estatus en comparación con otras casas del vecindario que son mucho más modestas. Por el otro, refuerzan también la creencia de muchos guatemaltecos de zonas rurales de que viajar a los Estados Unidos es el único medio viable para generar riqueza generacional duradera.
La frontera
En la ciudad fronteriza de Tecun Uman es posible ver a los migrantes cruzar en todo momento. A lo largo del Río Suchiate pueden observarse cruces de un lado al otro, tanto oficiales como no oficiales, de migrantes que pagan 10 quetzales (1,28 dólares) por un viaje de ida en un bote inflable. Del lado mexicano hay un campamento temporal con decenas de tiendas que alojan a migrantes como Grisel.
Ella se embarcó en un viaje desde Venezuela junto a su hija de 13 años, a la búsqueda de un mejor futuro en el norte. “La situación en Venezuela es crítica”, explica. “Tanto la salud como la educación y la provisión de alimentos están en crisis total”. Su hijo ya había logrado llegar a los Estados Unidos hace un año, y ahora ella quería hacer lo mismo con su hija.
Grisel y su hija han estado viajando por un mes. Su viaje a través del Darién ha sido arduo, pero tuvieron suerte. “No experimentamos lo peor, pero escuchamos muchos testimonios de otras personas a las cuales les robaron o las asaltaron”, dice. Sin embargo, sus preocupaciones se acentuaron cuando llegaron a la frontera con México. “La policía nos revisó a ver si teníamos dinero. Yo se lo había dado a mi hija. Cuando me revisaron, dijeron que si encontraban dinero lo tomarían y nos deportarían a Venezuela”.
El regreso a casa
Un número cada vez mayor de guatemaltecos están buscando maneras de quedarse en sus hogares. En zonas rurales como Huehuetenango las oportunidades son escasas, pero hay algunas que están ocultas, creciendo en las laderas de las montañas. Alejadas de las rutas principales se encuentran las plantaciones de aguacate, manejadas por agricultores, muchos de los cuales alguna vez viajaron a los Estados Unidos para trabajar pero que ahora han regresado tras años de trabajo casi permanente. “Lo que yo recuerdo de ese viaje es todo aquello que uno tiene que soportar: el hambre, la sed, caminar mucho hasta que los pies te duelen. Uno logra llegar a los Estados Unidos, pero casi muerto”, recuerda Isaías.
Cuando Isaías se fue a los Estados Unidos en 2015 su hijo tenía solamente ocho meses. “Dejar a tu familia no es nada fácil. Dejar a tu esposa, a tus padres, es muy complicado. No es sencillo, para nada”, recuerda. Para muchos trabajadores migrantes como Isaías, asentarse en otro país sin estatus legal significa quedar efectivamente atrapado en ese país hasta que uno decide irse o es deportado.
En el caso de Isaías, logró trabajar durante seis años antes de tomar la decisión de regresar y reunirse con su familia. “Sentí una alegría enorme cuando volví a ver a mi hijo, cuando finalmente estuve a su lado”. El único problema fue que este ya tenía siete años y había crecido sin él. “Al principio me rechazaba. Porque yo era un extraño para él. Durante mucho tiempo yo había sido simplemente el hombre que veía en el teléfono”. Pasaron varios años hasta que el hijo volvió a ver en él una figura paterna.
Muchos de los que han elegido viajar a los Estados Unidos ponen el foco en el dinero que podrían llegar a ganar en lugar de los momentos que perderán en sus lugares de origen. Pero en sus hogares su ausencia es difícil de cubrir. “Es común ver a las familias separadas, con padres y hermanos que se pierden cumpleaños y momentos especiales porque están trabajando afuera”, dice Yojana, vendedora de carne de 24 años que tiene un puesto en el mercado local de Quiche.
Ella participa activamente en su comunidad, organizando cada fin de semana mercados locales que atraen a cerca de 400 personas, incluyendo a visitantes de pueblos vecinos. Yojana también intenta concientizar acerca de las luchas y las aspiraciones de su comunidad, incluyendo el impacto emocional de los miembros del grupo familiar que migran a los Estados Unidos buscando mejores perspectivas laborales. Cuando su padre regresó tras haber trabajado allí por seis años su vínculo familiar había cambiado. “Perdimos una parte de nuestra relación”, explica.
No todos los guatemaltecos consideran a la migración como la única opción para alcanzar cierto grado de prosperidad. Adriana, una joven que se dedica a cultivar café en San Juan La Laguna se ha comprometido a lograr que su negocio de café prospere, apuntalando los recursos locales y oportunidades para la creación de un medio de subsistencia sostenible. “Nuestro objetivo es crear pequeños negocios que ofrezcan mejores oportunidades económicas”, explica Adriana.
“Hemos tenido vecinos que desaparecieron de repente a la búsqueda de una vida mejor en el exterior”, cuenta. “Pero no quiero arriesgar mi vida y abandonar a mi familia y amigos; queremos evitar los riesgos de migrar buscando oportunidades en nuestra propia comunidad”.
El viaje a los Estados Unidos por vías irregulares no es solo peligroso, puede implicar años de trabajo sin posibilidad alguna de ver a los seres queridos que quedaron en el lugar de origen. Para las personas como Isaías que han regresado, su nuevo sueño es vivir y progresar en el lugar en que se encuentran sus familias. “Mi nuevo sueño es trabajar aquí para que mi hijo pueda crecer en su propio país, sabiendo que podemos tener una buena vida sin tener que irnos al exterior. Me hace sentir muy orgulloso decir que podemos forjarnos un futuro aquí, produciendo lo necesario sin tener que emigrar”.
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