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Kaden Groves, de tres en tres triunfos en la Vuelta a España

Sin Van Aert en la carrera, el australiano hace un ‘hat-trick’ al ‘sprint’ como ya consiguiera el año pasado

Vuelta España 2024
Groves (izquierda) cruza el primero la línea de meta en Santander, seguido por Bittner.Javier Lizón (EFE)
Jordi Quixano

Jarreaba sin cesar en Santander, lluvia rabiosa que complicaba las tensas maniobras de los gregarios para poner en la rampa definitiva a sus sprinters, nerviosos también por no darse un batacazo a última hora. Pero Alpecin trabajó de fábula durante toda la jornada y Kaden Groves se lo agradeció como suele, con una punta de velocidad mayor que los demás —sobre todo ahora que no está el retirado y lesionado Van Aert— y con un nuevo triunfo. Fue el tercero en esta Vuelta, como ya hiciera en el curso anterior, de tres en tres y tiro porque me toca. Bittner quiso discutírselo sin éxito, segundo; y Braet, tercero, se metió por sorpresa en el podio para negárselo a Pau Miquel, de nuevo al palo. Todos, en cualquier caso, leyeron la matrícula del más rápido, de un Groves que suma siete etapas en la carrera y que, como este miércoles, cinco han sido con el mar de frente: Cabo de Gata en 2022, Burriana y Tarragona en 2023 y Ourém en esta edición. El sprinter de agua.

Después de tanta montaña, de riscos que se elevaban casi hasta las nubes, el pelotón decidió darse una tregua, el reposo antes de la batalla final. Al menos eso sucedió en los dos puertos que salpicaban la etapa del día, el Alto de la Estrangulada y el del Caracol, ambos de segunda categoría. “Puede que hoy se líe”, siseaba algún director deportivo en la salida desde el monumento Juan de Castillo en Arnuero, un guiño de la Vuelta al arquitecto cántabro y también a Lisboa —donde comenzó la carrera—, ya que su diseño reproduce a escala las columnas y arcos de las bóvedas del Monasterio de los Jerónimos. Pero no se lio. Más bien todo lo contrario porque por una vez, entre acantilados y playas de arena blanca, la serpiente multicolor no descontó a ninguno de sus corredores en los ascensos, sin ataques a la vista, del paso al trote y poco más, que los codos ya saldrían más adelante, toda vez que quedarían unos 60 kilómetros prácticamente llanos hasta la meta. Y por delante, claro, había una fuga por fagocitar.

No tenía ganas el pelotón de barullos ni guirigay, por lo que los primeros corredores que levantaron la mano para la escapada, nada más atravesar el segundo kilómetro, se llevaron el premio. Fueron cuatro: Greegard (Lotto), Guernalec (Arkéa), Champion (Cofidis) e Isasa (Euskaltel). Y por momentos se las prometieron muy felices, pues llegaron a contar con cinco minutos de ventaja. Pero los equipos de los sprinters que quedaban en pie les negaron la mayor. Una bofetada a mano abierta cuando veían la bandera a cuadros.

No fue el Visma el que se preocupó en reducir distancias, entristecidos porque Van Aert, el espectáculo sobre la bicicleta, que también contaba con tres laureles en esta edición, debió de retirarse de la carrera en la jornada anterior. Después del topetazo que se dio en una bajada, le tuvieron que suturar la rodilla derecha, herida de tres centímetros por tres bien profunda, un incordio porque el Mundial está a la Vuelta de la esquina y, aunque llegue, estará una semana larga sin pedalear. Su vacío, en cualquier caso, era grande en el pelotón. Más que nada porque el belga era el líder de la regularidad y de la montaña, dos maillots con nombre y apellido. Aunque ya se sabe que a rey muerto, rey puesto. “Es una sensación extraña. Van Aert, muy dominante, tenía una ventaja convincente. Es una lástima para él y para su equipo”, aceptaba Groves, ahora de verde sin discusión. El jersey de lunares se lo queda por el momento Jay Vine para completar la tiranía de los australianos, toda vez que O’Connor todavía es el líder de la carrera con cinco segundos.

Y en esas estaba el Alpecin, equipo de Groves, ocupado en la labor de zapa, descontando minutos a la escapada. Lo mismo que el DSM, que quería lanzar a Bittner, e incluso el Kern Pharma, deseoso de regalarse otro triunfo de etapa, antes con Castrillo en la montaña por dos veces y ahora con Pau Miquel en velocidad. Era momento de arreones, de frenesí, de tirar y tirar. Y bien que lo notó el pelotón, enfilado a más no poder, condicionado también por una fuerte lluvia que arreciaba sobre Santander. Y así, la fuerza colectiva pudo con los tres llaneros solitarios, que se quedaron con las ganas, absorbidos cuando apenas a 2,5 kilómetros de meta. Justo en el momento en el que atacó Mauro Schmid, también en que Alpecin dijo que ya bastaba, que la etapa se decidiría al sprint. Y a eso, ahora y sin Van Aert, nadie puede con Groves.

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