Broncano, el más listo de la clase
Nadie se sorprendió porque Ana Rosa y Sonsoles adelantasen su vuelta de las vacaciones y me resulta desolador. Genera debate la semana laboral de cuatro horas cuando lo que debería escandalizarnos es que alguien reste tiempo a su descanso de manera voluntaria
Escucho a Maduro decretar que el primero de octubre empieza la Navidad y recuerdo aquel discurso de Bananas en el que el líder de un país imaginario anunciaba que a partir de aquel día el idioma oficial sería el sueco, los ciudadanos debían cambiar su ropa interior cada hora y media, y todos los menores de 16 años pasarían a tener 16 años. La parodia de Woody Allen hecha realidad, tristes trópicos. No voy a decir que me sorprenda y tampoco fingiré escándalo por el esperpéntico adelanto navideño, entre piñas y feromonas, en los supermercados de aquí ya asoman turrones y mantecados. Vivimos con prisa. La temporada televisiva de otoño comenzó en pleno verano, El diario de Jorge llegó en julio; la otra gran apuesta de Telecinco, Babylon Show, apresuró su aterrizaje en el prime time para demostrar que se puede fracasar aunque carezcas de rival y se consolida en cada emisión como la mejor campaña de promoción de cualquier otro programa que pongan a esa hora en otro canal, incluso de la chimenea de Netflix.
Seguíamos acodados en el chiringuito mientras Ana Rosa y Sonsoles volvían al trabajo. Cuando leí que “adelantaban su vuelta de las vacaciones” me inquieté, esa expresión me hace pensar en accidentes, tragedias imprevisibles que te arrancan del dolce far niente para lanzarte a un infierno de billetes a precios desorbitados y enlaces imposibles. No era así. Finiquitaron anticipadamente sus vacaciones para seguir la resolución del caso Sancho, no querían perderse una lágrima, una especulación o un detalle morboso que no aporte nada positivo. Nadie pareció asombrarse por ello y me resulta desolador. Genera debate la semana laboral de cuatro horas cuando lo que debería escandalizarnos es que alguien reste tiempo a su descanso de manera voluntaria.
No hay día que alguien no señale a “los jóvenes” por no priorizar la cosa laboral. Se lo escucho a menudo a coetáneos incapaces de asimilar que sus nuevos compañeros quieran trabajar para vivir y no vivir para trabajar. A mí me parece lógico, deberíamos aspirar a pasar cada vez menos tiempo en el curro por no decir ninguno. Una civilización que se afana por buscar agua en Marte en lugar de centrar todos sus esfuerzos en averiguar cómo podríamos vivir sin trabajar está condenada al fracaso. Broncano se lo ha tomando con calma, no ganará la batalla del share, pero ha disfrutado un par de semanas de vacaciones más. Sin haber empezado el curso, ya ha demostrado que es el más listo de la clase.
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