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Alemania reduce drásticamente la ayuda militar a Ucrania en el marco de sus recortes presupuestarios

Berlín corta a la mitad la partida en las cuentas de 2025 y fía la futura financiación al plan del G-7 para usar los activos rusos congelados aún por definir

El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente de Ucrania, Wolodymyr Selenskyj, hablan con los medios durante la Conferencia para la Recuperación de Ucrania en Berlín, Alemania, el 11 de junio de 2024.
El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente de Ucrania, Wolodymyr Selenskyj, hablan con los medios durante la Conferencia para la Recuperación de Ucrania en Berlín, Alemania, el 11 de junio de 2024.Christian Marquardt (NurPhoto/Getty Images)
Elena G. Sevillano

Alemania ha sido uno de los principales aliados de Ucrania en la guerra contra Rusia y uno de los mayores donantes de ayuda militar hasta ahora. El Gobierno de Olaf Scholz suspende las futuras entregas de armamento a Ucrania en el marco del plan de reducción de gastos pactado por los tres miembros de la coalición (socialdemócratas, verdes y liberales) para el presupuesto del próximo año, según ha publicado este sábado el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ).

Las partidas ya aprobadas no se verán afectadas y el material llegará a Ucrania como estaba previsto, pero todas las nuevas solicitudes de financiación quedan en suspenso. La moratoria ya está en vigor, según el diario, que cita documentos y correos electrónicos, así como conversaciones con fuentes conocedoras de la decisión.

La información desvela una carta enviada por el ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, a los ministerios de Defensa y de Asuntos Exteriores el 5 de agosto, en la que asegura que la futura financiación de la ayuda militar a Ucrania ya no saldrá del presupuesto federal sino de los ingresos procedentes de los activos rusos congelados. “Por favor, asegúrense de que se respetan los límites máximos”, les conmina en la misiva.

Alemania y el resto de países del G-7 alcanzaron en junio pasado un acuerdo preliminar para utilizar los intereses que generen los 300.000 millones de dólares (unos 272.000 millones de euros) de activos soberanos rusos inmovilizados en instituciones financieras occidentales para garantizar un préstamo de 50.000 millones de dólares (alrededor de 45.300 millones de euros) a Ucrania. En su momento el acuerdo fue muy celebrado ante la preocupación de los socios occidentales por una posible victoria de Donald Trump en las presidenciales de noviembre que pusiera en riesgo el flujo de ayuda estadounidense.

Probablemente nadie pensaba entonces que Alemania, el segundo país que más ha contribuido a financiar la ayuda militar a Kiev según el registro del Instituto para la Economía Mundial de Kiel, reduciría estas partidas en su presupuesto. Los gobiernos alcanzaron en junio un acuerdo político, pero los detalles del plan todavía no están claros y podrían tardar meses en estarlo. Además hay dudas jurídicas sobre su aplicación.

La misiva de Lindner es anterior a las últimas informaciones periodísticas que apuntan a una trama ucrania como la autora del sabotaje en 2022 del gasoducto ruso-alemán Nord Stream. La decisión, de hecho, parece haber sido tomada hace semanas. Berlín ya dio señales de un cambio de rumbo respecto a la ayuda a Ucrania el mes pasado, cuando el canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, el ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, y Lindner llegaron a un acuerdo preliminar sobre el presupuesto germano para 2025.

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Un Panzerhaubitze 2000 alemán en la región del Donbás en agosto de 2022.
Un Panzerhaubitze 2000 alemán en la región del Donbás en agosto de 2022.STRINGER (REUTERS)

El borrador contemplaba planes para recortar la ayuda militar a Kiev a la mitad, de los 8.000 millones de este año a los alrededor de 4.000 para el próximo. “La financiación para Ucrania está asegurada en un futuro previsible gracias a los instrumentos europeos y a los préstamos del G-7″, aseguró el ministro Lindner durante la rueda de prensa que dieron los tres socios para anunciar el acuerdo presupuestario, el 5 de julio pasado, sin ofrecer más detalles.

Ahora la información del FAZ añade que la ayuda militar se reducirá a menos de una décima parte de la cantidad actual en los próximos años, según los planes del Gobierno alemán, que responden a la necesidad de ahorrar para cumplir con el estricto límite al endeudamiento, el llamado freno de la deuda, al que se aferra el socio liberal del Gobierno. En 2026 están previstos 3.000 millones para armamento destinado a Ucrania, pero en 2027 y 2028 se reducen a 500 millones anuales.

Los efectos de la congelación ya se están notando, informa el diario. El Ministerio de Defensa alemán no pudo comprar recientemente un sistema de defensa antiaéreo IRIS-T. Ocurrió poco después del ataque contra un hospital infantil en Kiev en julio. El fabricante, Diehl Defence, tenía uno disponible después de que el cliente original renunciara a la entrega en favor de Ucrania, pero se habían agotado los fondos y el ministro, Boris Pistorius, no pudo adquirirlo.

La paralización de la ayuda a Ucrania ha provocado nuevas tensiones en el seno del Gobierno tripartito, ya muy debilitado por las constantes crisis que provoca la falta de acuerdo entre los tres socios. El FAZ asegura que el canciller está a favor del bloqueo de los fondos, mientras que Exteriores (verdes), Economía (verdes) y Defensa (socialdemócratas) están en contra. “Fin del acto. La olla está vacía”, cita el diario a una fuente gubernamental que asegura que Berlín ha llegado a un punto en el que ya no puede prometer nada más a Ucrania.

Alemania ha contribuido hasta ahora de dos formas con el esfuerzo bélico ucranio. Por un lado, con fondos de su presupuesto federal para financiar equipos militares y, por otro, con la entrega de material procedente de la Bundeswehr, el ejército alemán. En total, según el último cálculo del Ministerio de Defensa, Berlín ha proporcionado o comprometido para los próximos años ayuda militar por un valor aproximado de 28.000 millones de euros.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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